El camino de ser humano es un camino súper complejo, y entre las emociones, el miedo a la muerte, el sentimiento de que somos finitos y vulnerables, que la vida es efímera y demás.. el tener que tomar decisiones hace que todo lo anterior se potencie al 1000x1000.
Todo es más “fácil” cuando no tenemos que tomar decisiones, cuando alguien más las toma por nosotros: el jefe, la pareja, los papás, el entorno. Sin embargo, eso nos genera una frustración infinita, porque terminamos haciendo lo que los demás quieren y no lo que nosotros queremos. Porque empezamos a vivir una vida que no es la nuestra, ni la que nos gusta.
Entonces ahí nos enfrentamos con la primera gran lección de ser un adulto responsable: definir que si quieres y luego, tomar la decisión que te acerque a eso. Suena fácil, pero no lo es, porque decidir implica dejar ir una posibilidad de ser. Implica incomodidad y un posible rechazo de las personas que nos rodean.
Sin embargo, si quieres vivir tu vida como realmente te gustaría, requieres empezar a decidir. Y por eso, te dejo esta guía de cómo saber si lo que estás decidiendo es lo “correcto” para ti:
NO EXISTEN DECISIONES EQUIVOCADAS.
No importa que decidas, es lo que necesitas en este momento de tu vida para aprender y evolucionar. Si no se da el resultado que tú querías, pues ya aprendiste. Y si se da, pues qué mejor.
CASI TODAS LAS DECISIONES SON REVERSIBLES.
(Excepto aquellas que tienen que ver con la muerte)
Pensamos que lo que decidimos una vez tiene que ser para siempre y no es así. Siempre puedes cambiarte de carrera, divorciarte de quien no te hace feliz, mudarte, cambiarte el look.
Sin embargo, es muy importante que tengas en consideración los siguientes dos puntos:
PRIMERO YO.
Recuerda que el único compromiso que tienes es con tu felicidad, con tu seguridad y tu bienestar. Que todas tus decisiones estén guiadas por lo bien que vas a estar tu.
Ya se que estás pensando ¿y los demás? ¿Eso no es egoísmo?
No. Siempre y cuando te mantengas apegad@ a la premisa de no pasar por encima de nadie, y actuar con honestidad.
Nada ni nadie vale más que tu felicidad. Comprométete con eso.
ERES LA ÚNICA PERSONA RESPONSABLE DE TUS DECISIONES.
Lo que tú decides, lo decides SIEMPRE por ti. Aunque en tu mente pienses “Es que me casé porque mi mamá me insistió.. no acepté ese trabajo porque a mi ex no le gustaba.. por culpa de fulanita me endeude porque bla bla bla”
Siempre es tu decisión aceptar o no aceptar. Las consecuencias de tus decisiones son TUYAS y de nadie más.
Lo que decides y no decides SIEMPRE es tu responsabilidad.
NO ERES RESPONSABLE DE LO QUE LOS DEMÁS SIENTAN O PIENSEN SOBRE TI Y TUS DECISIONES.
“Es que no corte porque le iba a romper el corazón.. Es que pobrecita persona, siento Geo y por eso no le digo que no quiero ir.. si renuncio mis papás se van a enojar”
¿Cuántas veces has tenido esta conversación? Déjame decirte que por más súper importante te quieras sentir en la vida de los demás y que el mundo gira alrededor de ti.. no es así.
Nada de lo que los demás piensen o sienten con respecto a ti es cosa tuya.
Si los demás se decepcionan por tus decisiones, se enojan, se les romper el corazón es tema suyo. Algo tendrán que trabajar y sanar.
Así como tú eres la única persona responsable de los resultados de sus decisiones, ellos son responsables de sus emociones, de sus expectativas, de sus enojos y decepciones.
OK TODO.. Pero ¿Cómo se que la decisión que estoy tomando es la correcta?
Porque se sientes ligereza y expansión en tu pecho cuando te visualizas en esa situación.
Cuando quitas los factores: miedo, el que dirán, las expectativas de los demás sobre ti.. lo que queda es una sensación de libertad que es TUYA. Es decir, no es porque tus papás se sentirían felices o tu pareja, o es lo que se espera de ti.
Sientes que al tomar la decisión te recuperas un poquito más a ti. Porque a pesar del miedo y la incertidumbre estás segura/o contigo.
Es muy duro decidir, pero que gran vida está en la que tenemos opciones. En la que siempre se puede cambiar el destino y en la que paz o único responsable eres tú.
Honrándonos,
Ale Karam
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